domingo, 24 de julio de 2011

libros transmedia

Cuando abres 'Level 26' entras en el mundo de Sqweegel, un asesino en serie vestido como un forense gore y sadomaso. Un agente llamado Steve Dark tratará de atraparlo. Para acompañarlo, los lectores deben conseguir una serie de cibercódigos.Cada 20 o 25 páginas introduces ese cyber-bridge en la web para poder ver un vídeo que completa la narración. Pero además sus seguidores pueden sugerir elementos de la trama o leer opiniones de expertos sobre casos reales y discutir con otros lectores sobre la novela en la web.

Y ya se ha aupado a la lista de best sellers de The New York Times, incluso por delante de la última obra de Thomas Pynchon, maestro de la novela psicodélica, compleja, amante de la ciencia y heredera de la beat generation, la pulp fiction, el cómic y la multimedia que está en la génesis de la novela de la que bebe ahora la literatura multimedia. Como bebe también del ciberpunk que cambió la ciencia ficción.

En la novela experimental "la biblioteca de marko" aparecen las letras de unas canciones que uno puede escuchar en la red, pero ahí se encontrará solo la base musical sin letra ni voz; es decir el lector puede escuchar la música sin voz en internet , mientras lee la letra en el libro... y si quiere inventar la melodía. La primer a edición de la novela fueron 300 copias cada una marcada con un código invisible (encontradme.blogspot.com)

Literatura transmedia, como la definió Henry Jenkins en su libro 'Convergence Culture'. Obras multimedia, con sinergia entre sus elementos, historias relacionadas, marketing multimedia, atención a la inteligencia colectiva de sus seguidores, exploración de los diferentes roles que pueden adoptar los consumidores y una ambición enciclopédica.

Y como en la nivola de Unamuno, un caos que las ideas no pueden ordenar a pesar del lector actor necesario en la construcción del relato reclamado ya hace más de un siglo por el precursor hispano. Eso sí, cámbiese el sentimiento trágico de la vida por el juego y un poco de cinismo.

'Level 26' tiene un atajo. Igual que en 'La muerte de Bunny Munro', la novela multimedia de Nick Cave. Está en el iPhone. Con la aplicación de la obra del creador de CSI no tienes que dejar el libro para meter cada cibercódigo —pasaportes para la ficción— en la web y ver uno de los vídeos. Puedes escuchar la música asociada a los textos, ver los microcapítulos para luego seguir leyendo o ver las ilustraciones sobre el mundo violento del asesino del mono plastificado.

La experiencia de 'Level 26' y Bunny Monroe vuelve a indicar que las plataformas de la ciberliteratura serán multimedia y con capacidades sociales o no serán. El Kindle y los ebooks están bien para el libro convencional, pero son una revolución conservadorapara la cultura transmedia.

Literatura mueble, la ha llamado Agustín Fernández Mallo. Literatura que no se toma demasiado en serio, abomina el canon y se adapta a la red móvil con sus muchos nodos y la posibilidad de acompañar a sus lectores con mejor acomodo y más posibilidades de ese libro de bolsillo que los editores españoles siguen ofreciéndonos con parsimonia para apurar el negocio.

¿Literatura para no lectores? Puede ser, pero también novelas para espectadores saturados de impactos que pueden reclinarse ante las muchas líneas de 'Against the Day (Pynchon)' o las de la saga de 'Harry Potter' sin desdeñar el impacto del vídeo con la estética elaborada y afterpop de CSI.

La ciberliteratura comienza a aprovechar las herramientas digitales y a explotar las posibilidades de los libros abiertos y conectados. Zuiker lo tiene claro: la idea se le ocurrió en la última huelga de guionistas de Hollywood que estuvo a punto de paralizar las series. Decidió entonces apostar por una narración y un sistema de producción sostenible y que aprovechara los nuevos medios de distribución multiplataforma y viral.

Y avisa: "El futuro del negocio del entretenimiento tendrá que ser la convergencia de diferentes medios (…). Cada serie de televisión en los próximos cinco o 10 años tendrá una completa web que complete la experiencia más allá de la hora de televisión (…). Y cuando el libro acabe y los códigos se agoten, quiero la experiencia de continuar online en una red social".

¿Viviremos enganchados a una obra toda la vida? Imagina lo que hubiera hecho Galdós con los 'Episodios Nacionales' o Marcel Proust obligándote a seguir buscando el tiempo perdido. Otra magdalena, por favor, con vídeo y comentarios.

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